A propósito del impacto generado por la serie Adolescencia, disponible en Netflix, crecen las conversaciones sobre los desafíos emocionales y sociales que atraviesan los jóvenes, así como el rol que adultos responsables pueden asumir para acompañarlos de forma efectiva.
En esta segunda entrega de “Docente y Actualidad”, conversamos con la psicóloga clínica y jefa de carrera Marcela Mora, para profundizar en este periodo del desarrollo humano que tantas veces es incomprendido, temido o malinterpretado.
“La adolescencia está muy estigmatizada. Tiene sus complejidades, sí, pero no es una etapa a la que debamos temer si hemos construido vínculos sólidos en la infancia”, señala la especialista.
A través de preguntas clave que conectan directamente con la experiencia cotidiana de muchas familias y comunidades educativas, la jefa de carrera nos ayuda a identificar señales, comprender conductas y, sobre todo, generar entornos seguros donde adolescentes puedan expresarse y crecer sin miedo.
Primero, considero importante mencionar que la adolescencia es una etapa del desarrollo que está muy estigmatizada, si bien tiene sus complejidades, que principalmente hablan de una etapa donde los hijos toman distancia de sus padres, debemos tener tranquilidad si hemos construido bases sólidas en las etapas previas del desarrollo de nuestros hijos y no volvernos hipervigilantes ante cualquier señal que nos alerte.
En ocasiones sólo nos preocupamos por cambios vinculados a lo que consideramos “negativo” o “preocupante”, como por ejemplo, irritabilidad, oposicionismo, tristeza. Sin embargo, otros cambios como un ánimo más eufórico, mayor energía, salidas demasiado frecuentes también pueden hablarnos de que hay algo que está ocurriendo. Es importante no catalogar estos cambios como buenos/malos, sino más bien como un indicador de que hay algo no habitual que está ocurriendo en la vida de ellos y pensar en cómo podemos colaborar para que lo enfrenten de la mejor manera posible.
Es importante que como padres tengamos espacios disponibles para compartir con nuestros hijos, no se trata de establecer diálogos forzados ni hacerlo por obligación, sino debe primar la espontaneidad. Muchas veces los jóvenes nos requieren, quizás para temas que para los padres no son relevantes, sin embargo esos espacios son la puerta de entrada para que nuestros hijos encuentren un lugar seguro en nosotros, para cuando realmente se presente un problema. Cuántas veces nos han querido mostrar o explicar en qué consiste un juego que les agrada o contar anécdotas que viven en el colegio. ¿Cuál es la respuesta que obtienen de nosotros? ¿desinterés, críticas, reprobación?. La invitación es a involucrarnos en su mundo. No podemos pretender que nos cuenten sus problemas si nunca estuvimos disponibles para conocer sus intereses.
Conocer su mundo, sus amigos, las familias de éstos, acercarnos a la tecnología, indagar acerca de sus juegos y redes sociales, sin ser espías, es tener conocimiento acerca de los entornos que frecuentan.
Conversar con otros padres/madres acerca de las preocupaciones compartidas, invitar amigos a la casa. Eso habla de real involucramiento e interés por ellos.
Muchas veces los adultos no queremos más trabajo o preocupaciones, sin embargo es el costo que hay que pagar si deseamos ser parte de la vida de ellos. No es tarea sencilla, se construye día a día. No debemos preocuparnos sólo cuando la adolescencia ya está aquí, es un trabajo que se realiza desde el momento en que se decide tener un hijo.
Hay ciertas etapas en el desarrollo del ser humano en que características propias de la edad pueden ser confundidas con algún problema de salud mental. Una de estas etapas es la adolescencia, la que habitualmente se asocia a cambios bruscos de humor, aislamiento del grupo familiar e introversión. Sin embargo, es recomendable no asociarlo inmediatamente a la edad, atribuyéndolo a temas “hormonales”, sino que consultar con un profesional del área cuando observamos que estas características pueden estar influyendo en el desarrollo de las actividades diarias del/la joven.
Muchas veces, coincide con la aparición de problemáticas de salud mental que tienen que ver con la conformación de la personalidad y los problemas que este proceso puede traer consigo.
Es muy importante no subestimar a los/las jóvenes, educar y compartir con ellos información relativa a los cambios propios de la etapa, puede marcar una diferencia, así como también invitar a los padres a generar espacios donde compartan sus propias vivencias relativas a esta edad, no desde el enfoque de que las experiencias deben ser iguales, sino únicamente como una oportunidad para generar empatía y mejorar el vínculo.
También es relevante respetar los espacios, no insistir, así como también mostrarnos disponibles cuando surja de parte de los hijos la intención de comunicarse con nosotros. No necesariamente acerca de temas controversiales, sino cuando quieran compartirnos algo que para ellos es relevante, como algún interés personal, pasatiempo, etc.
Sugerencias importantes para los adultos que se vinculan con jóvenes, es tener apertura para conocer su mundo, las cosas que los motivan, temas de actualidad, su lenguaje. Muchas veces esperamos que ellos se adecúen a nosotros, sin embargo es un trabajo que requiere interés real y reciprocidad.
La adolescencia es una etapa con sus complejidades, pero también la oportunidad de ir descubriendo quien soy, se tiene el espacio para experimentar y equivocarnos. Es importante comprender que las crisis y el desequilibrio son necesarios cuando queremos avanzar, es parte del proceso de aprendizaje.
Saber buscar apoyo y espacios donde seamos acogidos y escuchados. A veces este espacio es la familia, a veces lo son los amigos o algún adulto significativo.
Comprender además que es una etapa que tiene un inicio y un fin, educarnos con respecto a ella, cuando comprendemos a qué nos enfrentamos es mucho más sencillo sobrellevar cambios con más recursos personales.